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Un aullido terrible resonó en el camino…
Era enorme, de ocho patas y con forma de lobo, se dejó caer en Rhonin. Si hubiera sido distinto de lo que era, el mago habría muerto allí, la comida de una salvaje criatura con dientes de sable con cuatro brillantes ojos verdes que hacen juego con sus ocho filosas garras. El monstruoso semi-lobo le derribó, pero Rhonin, al haber hechizado su ropa para que le protegiesen mejor de la intemperie, resultó ser un hueso duro de roer. Las garras rasgaron la capa que debería fácilmente haber quedado destrozada, en cambio solo recibió un ligero rasguño. La bestia de piel gris posada al final aulló de frustración. Rhonin tomó la apertura, lanzando un simple pero efectivo hechizo que lo había salvado en el pasado. Una cacofonía de explosión de luz cegaron los ojos esmeraldas de la criatura, tanto deslumbrada como sorprendida. Se agachó hacia atrás, golpeando con fuerza inútilmente por sus ojos cegados.
Arrastrándose fuera de su alcance, Rhonin se levantó. No había ninguna posibilidad de huida, que sólo serviría para darle la espalda a la bestia, y su hechizo de protección ya se estaba debilitando. Unos cuantos tajos más y las garras hubieran rasgado al mago hasta sus huesos.
El hechizo de fuego había funcionado contra el horrendo necrofago de la isla, y Rhonin no veía ninguna razón por qué tal intento no lo ayudaría nuevamente. Él murmuró las palabras… y de pronto estaban a la inversa. Peor aún, Rhonin se encontró retrocediendo, volviendo a las garras salvajes de la bestia ciega. El tiempo se había vuelto en su contra... pero ¿Cómo?El alto y prohibido palacio en lo alto del borde del acantilado montañoso, con vistas a tan precario y vasto cuerpo de agua negra por debajo que parecía a punto de desplomarse en las oscuras profundidades. Cuando al comienzo, el grande y amurallado edificio había sido construido usando magia que mezcló piedra y bosque en uno solo, de forma cohesiva, este lugar había sido una maravilla que podía tocar el corazón de cualquiera que lo haya visto. Sus torres eran literalmente árboles fortalecidos por rocas, que tenían grandes ventanales y remates en lo alto de gran altura y estrechos conocidos como agujas. Los muros eran de piedra volcánica, que una vez levantados, eran arraigados con enredaderas y raíces gigantes. La parte principal del palacio, en el centro del mismo, había sido creado originalmente por la unión mística de más de un centenar de árboles gigantes y antiguos. Doblados en conjunto, habían formado la estructura de la cúpula central, en la cual rocas y raíces se habían cimentado.
Una maravilla que tocó el corazón de todos cuando fue construida, ahora toca los temores de algunos. Un aura perturbadora lo envolvía, aún más, incrementado por ésta noche de tormenta. Los pocos que disimuladamente miraban en el antiguo edificio ahora rápidamente desviaban la mirada.
Aquellos que miraban en cambio las aguas debajo del palacio no encontraron la paz tampoco. El lago color ébano estaba ahora en estado de agitación violenta y antinatural. Olas agitadas tan altas como el palacio subían y bajaban a lo lejos, chocando con un rugido. Rayos sonaban en su vasto cuerpo, rayos de oro, carmesí, o el verde de la descomposición. Un trueno retumbó como mil dragones y los que vivían cerca de sus costas se acurrucaron cerca, hubo incertidumbre en cuanto a qué tipo de tormenta podría haberse desatado. Sobre las paredes que rodean al palacio, los guardias con sus armaduras color verde-bosque, empuñaban sus lanzas y espadas miraron cautelosos alrededor.
Observaron no sólo más allá de las paredes en busca de intrusos imprudentes, sino en ocasiones miraban disimuladamente dentro... sobre todo en la torre principal, donde se detectan las energías impredecibles que se manifestaban.
Y en esa alta torre, en una cámara de piedra sellada de la vista de los que estaban fuera, unas figuras altas con túnicas iridiscentes de color turquesa, bordados con estilizadas imágenes de plata de la naturaleza, se inclinaron sobre un patrón hexagonal escrito en el suelo. En el centro del patrón, símbolos de una lengua
arcaica inclusive para los portadores, brillaron con vida propia.
Brillantes ojos de plata sin pupilas miraban por debajo de las capuchas mientras los elfos de la noche murmuraban el hechizo. Su piel oscura y violeta se cubrió de sudor como la magia en el patrón de amplificación. Todos se veían cansados y a punto de sucumbir al agotamiento, todos menos uno. Ese, que supervisaba el conjuro, observaba el proceso no con ojos como orbes de plata, como el resto, sino con falsos ojos negros y con vetas de rubí que recorrieron a lo largo de la sala. Pero a pesar de los falsos ojos, observó cada detalle, cada inflexión por los demás. Su rostro largo y estrecho, incluso para un elfo, tenía una expresión de hambre y anticipación mientras los conducía en silencio.Otra observaba todo esto, bebiendo cada palabra y gesto. Sentada en una lujosa silla de marfil y cuero, su rico cabello plateado enmarcaba sus rasgos perfectos y el vestido de seda – tan dorado como sus ojos - haciendo lo mismo por su forma exquisita, era en cada centímetro que se observaba una reina. Se recostó en la silla, bebiendo vino de una copa de oro. Sus enjoyados brazaletes tintineaban mientras su mano se movió y el rubí de la tiara que llevaba brillaba a la luz de las energías mágicas que los otros habían convocado.
De vez en cuando su mirada cambiaba ligeramente para estudiar la figura de ojos oscuros, fruncía sus labios carnosos ante una aparente sospecha. Sin embargo, una vez que de repente él miró hacia su dirección, como si sintiera su mirada, toda sospecha desapareció, reemplazada por una sonrisa lánguida.
Incluso los recuerdos de dragones son fugaces en las circunstancias, que la figura pálida, vestida de gris reconoció. Lo entendía muy bien, porque aunque para la mayoría de los demás parecía a una figura semi-élfica, larguirucho con rasgos de halcón, el pelo plateado, y tres cicatrices largas viajan por su mejilla derecha, era mucho más que eso.
Para la mayoría, era conocido como un mago, pero para unos pocos elegidos se llamaba Korialstrasz -un nombre que sólo un dragón usaría.-
Krasus había nacido dragón, uno rojo y majestuoso, el más joven de los consortes de la gran Alexstrasza. Ella, el aspecto de la vida, fue su compañera más querida... pero una vez más se alejó de ella para estudiar las situaciones difíciles y el futuro de las cortas vidas mortales.
En la morada oculta, labrada en la roca que había elegido para su nuevo santuario, Krasus veía el mundo de Azeroth. El cristal esmeralda brillante le permitía ver cualquier tierra y cualquier individuo que deseara.
Y en todas partes que el dragón mago miró, vio la devastación.Y en todas partes que el dragón mago miró, vio la devastación.
Parecía como si sólo hubiera sido hace unos años, cuando los monstruos grotescos, de piel verde llamada orcos, que habían invadido el mundo del más allá, fueron derrotados. Con sus números restantes mantenidos en campamentos, Krasus había creído que el mundo estaba listo para la paz. Sin embargo, esa paz había sido de corta duración. La Alianza - coalición liderada por los humanos que habían estado al frente de la resistencia- había comenzado inmediatamente a desmoronarse, los miembros competían por el poder sobre los otros. Parte de eso fue culpa de los dragones, o de un dragón, Deathwing, pero mucho había sido simplemente la codicia y el deseo de los humanos, enanos y elfos.
Sin embargo, aun eso hubiera sido de poca preocupación de no ser por la llegada de la Legión Ardiente.
Hoy en día, Krasus miró la distante Kalimdor, situada al otro lado del mar. Incluso ahora, hay áreas que parecían un lugar después de una terrible erupción volcánica. No hay vida, no hay una aparente civilización, que se haya mantenido en esas áreas. La Legión Ardiente no había dejado nada a su paso más que la muerte.
Los demonios de fuego habían venido de un lugar más allá de la realidad. La
magia era lo que buscaban, la magia devoraban. Atacaban junto con sus peones monstruosos, la Plaga, que habían creado para arrasar el mundo. Sin embargo, no contaban con la alianza más inverosímil de todas...
Los orcos, una vez también sus títeres, se habían vuelto en su contra. Se habían unido a los humanos, elfos, enanos y dragones para diezmar a los guerreros demoníacos y sus horribles bestias, y empujar los restos de nuevo en el más allá infernal. Miles habían muerto, pero la alternativa...
El mago dragón resopló. En verdad, no había otra alternativa.
Krasus agitó mucho, estrechando los dedos sobre el orbe, convocando a una visión de los orcos. La visión fue borrosa momentáneamente y reveló un área rocosa montañosa en el interior. Una tierra dura, pero todavía llena de vida y capaz de soportar los nuevos colonos.
Ya, varias estructuras de piedra se habían levantado en el asentamiento principal, donde el Jefe de Guerra y uno de los héroes de la guerra, Thrall, gobernaba. El alto edificio redondeado que sirvió como su cuartel y estaba abierto para los estándares de cualquier otra raza, pero los orcos tenían una tendencia a lo básico.
La extravagancia de un orco era tener un lugar permanente para vivir. Ellos habían sido nómadas o presos por tanto tiempo que el concepto de "hogar" había sido prácticamente perdido.
Varias de las grandes figuras verdosas labraban en un campo. Viendo los trabajadores con colmillos, de aspecto brutal, Krasus se maravilló del concepto de los agricultores orcos. Thrall, sin embargo, era un orco muy inusual y que había captado rápidamente las ideas que restablecerían la estabilidad a su pueblo.
Estabilidad, era algo que el mundo entero necesita gravemente. Con otro movimiento de su mano, el dragón mago desestimó Kalimdor, convocando ahora a una ubicación más cercana - a la capital una vez enorgullecida de su favor, Dalaran.- Gobernada por los magos del Kirin Tor, los principales portadores de la magia
Era enorme, de ocho patas y con forma de lobo, se dejó caer en Rhonin. Si hubiera sido distinto de lo que era, el mago habría muerto allí, la comida de una salvaje criatura con dientes de sable con cuatro brillantes ojos verdes que hacen juego con sus ocho filosas garras. El monstruoso semi-lobo le derribó, pero Rhonin, al haber hechizado su ropa para que le protegiesen mejor de la intemperie, resultó ser un hueso duro de roer. Las garras rasgaron la capa que debería fácilmente haber quedado destrozada, en cambio solo recibió un ligero rasguño. La bestia de piel gris posada al final aulló de frustración. Rhonin tomó la apertura, lanzando un simple pero efectivo hechizo que lo había salvado en el pasado. Una cacofonía de explosión de luz cegaron los ojos esmeraldas de la criatura, tanto deslumbrada como sorprendida. Se agachó hacia atrás, golpeando con fuerza inútilmente por sus ojos cegados.
Arrastrándose fuera de su alcance, Rhonin se levantó. No había ninguna posibilidad de huida, que sólo serviría para darle la espalda a la bestia, y su hechizo de protección ya se estaba debilitando. Unos cuantos tajos más y las garras hubieran rasgado al mago hasta sus huesos.
El hechizo de fuego había funcionado contra el horrendo necrofago de la isla, y Rhonin no veía ninguna razón por qué tal intento no lo ayudaría nuevamente. Él murmuró las palabras… y de pronto estaban a la inversa. Peor aún, Rhonin se encontró retrocediendo, volviendo a las garras salvajes de la bestia ciega. El tiempo se había vuelto en su contra... pero ¿Cómo?El alto y prohibido palacio en lo alto del borde del acantilado montañoso, con vistas a tan precario y vasto cuerpo de agua negra por debajo que parecía a punto de desplomarse en las oscuras profundidades. Cuando al comienzo, el grande y amurallado edificio había sido construido usando magia que mezcló piedra y bosque en uno solo, de forma cohesiva, este lugar había sido una maravilla que podía tocar el corazón de cualquiera que lo haya visto. Sus torres eran literalmente árboles fortalecidos por rocas, que tenían grandes ventanales y remates en lo alto de gran altura y estrechos conocidos como agujas. Los muros eran de piedra volcánica, que una vez levantados, eran arraigados con enredaderas y raíces gigantes. La parte principal del palacio, en el centro del mismo, había sido creado originalmente por la unión mística de más de un centenar de árboles gigantes y antiguos. Doblados en conjunto, habían formado la estructura de la cúpula central, en la cual rocas y raíces se habían cimentado.
Una maravilla que tocó el corazón de todos cuando fue construida, ahora toca los temores de algunos. Un aura perturbadora lo envolvía, aún más, incrementado por ésta noche de tormenta. Los pocos que disimuladamente miraban en el antiguo edificio ahora rápidamente desviaban la mirada.
Aquellos que miraban en cambio las aguas debajo del palacio no encontraron la paz tampoco. El lago color ébano estaba ahora en estado de agitación violenta y antinatural. Olas agitadas tan altas como el palacio subían y bajaban a lo lejos, chocando con un rugido. Rayos sonaban en su vasto cuerpo, rayos de oro, carmesí, o el verde de la descomposición. Un trueno retumbó como mil dragones y los que vivían cerca de sus costas se acurrucaron cerca, hubo incertidumbre en cuanto a qué tipo de tormenta podría haberse desatado. Sobre las paredes que rodean al palacio, los guardias con sus armaduras color verde-bosque, empuñaban sus lanzas y espadas miraron cautelosos alrededor.
Observaron no sólo más allá de las paredes en busca de intrusos imprudentes, sino en ocasiones miraban disimuladamente dentro... sobre todo en la torre principal, donde se detectan las energías impredecibles que se manifestaban.
Y en esa alta torre, en una cámara de piedra sellada de la vista de los que estaban fuera, unas figuras altas con túnicas iridiscentes de color turquesa, bordados con estilizadas imágenes de plata de la naturaleza, se inclinaron sobre un patrón hexagonal escrito en el suelo. En el centro del patrón, símbolos de una lengua
arcaica inclusive para los portadores, brillaron con vida propia.
Brillantes ojos de plata sin pupilas miraban por debajo de las capuchas mientras los elfos de la noche murmuraban el hechizo. Su piel oscura y violeta se cubrió de sudor como la magia en el patrón de amplificación. Todos se veían cansados y a punto de sucumbir al agotamiento, todos menos uno. Ese, que supervisaba el conjuro, observaba el proceso no con ojos como orbes de plata, como el resto, sino con falsos ojos negros y con vetas de rubí que recorrieron a lo largo de la sala. Pero a pesar de los falsos ojos, observó cada detalle, cada inflexión por los demás. Su rostro largo y estrecho, incluso para un elfo, tenía una expresión de hambre y anticipación mientras los conducía en silencio.Otra observaba todo esto, bebiendo cada palabra y gesto. Sentada en una lujosa silla de marfil y cuero, su rico cabello plateado enmarcaba sus rasgos perfectos y el vestido de seda – tan dorado como sus ojos - haciendo lo mismo por su forma exquisita, era en cada centímetro que se observaba una reina. Se recostó en la silla, bebiendo vino de una copa de oro. Sus enjoyados brazaletes tintineaban mientras su mano se movió y el rubí de la tiara que llevaba brillaba a la luz de las energías mágicas que los otros habían convocado.
De vez en cuando su mirada cambiaba ligeramente para estudiar la figura de ojos oscuros, fruncía sus labios carnosos ante una aparente sospecha. Sin embargo, una vez que de repente él miró hacia su dirección, como si sintiera su mirada, toda sospecha desapareció, reemplazada por una sonrisa lánguida.
Incluso los recuerdos de dragones son fugaces en las circunstancias, que la figura pálida, vestida de gris reconoció. Lo entendía muy bien, porque aunque para la mayoría de los demás parecía a una figura semi-élfica, larguirucho con rasgos de halcón, el pelo plateado, y tres cicatrices largas viajan por su mejilla derecha, era mucho más que eso.
Para la mayoría, era conocido como un mago, pero para unos pocos elegidos se llamaba Korialstrasz -un nombre que sólo un dragón usaría.-
Krasus había nacido dragón, uno rojo y majestuoso, el más joven de los consortes de la gran Alexstrasza. Ella, el aspecto de la vida, fue su compañera más querida... pero una vez más se alejó de ella para estudiar las situaciones difíciles y el futuro de las cortas vidas mortales.
En la morada oculta, labrada en la roca que había elegido para su nuevo santuario, Krasus veía el mundo de Azeroth. El cristal esmeralda brillante le permitía ver cualquier tierra y cualquier individuo que deseara.
Y en todas partes que el dragón mago miró, vio la devastación.Y en todas partes que el dragón mago miró, vio la devastación.
Parecía como si sólo hubiera sido hace unos años, cuando los monstruos grotescos, de piel verde llamada orcos, que habían invadido el mundo del más allá, fueron derrotados. Con sus números restantes mantenidos en campamentos, Krasus había creído que el mundo estaba listo para la paz. Sin embargo, esa paz había sido de corta duración. La Alianza - coalición liderada por los humanos que habían estado al frente de la resistencia- había comenzado inmediatamente a desmoronarse, los miembros competían por el poder sobre los otros. Parte de eso fue culpa de los dragones, o de un dragón, Deathwing, pero mucho había sido simplemente la codicia y el deseo de los humanos, enanos y elfos.
Sin embargo, aun eso hubiera sido de poca preocupación de no ser por la llegada de la Legión Ardiente.
Hoy en día, Krasus miró la distante Kalimdor, situada al otro lado del mar. Incluso ahora, hay áreas que parecían un lugar después de una terrible erupción volcánica. No hay vida, no hay una aparente civilización, que se haya mantenido en esas áreas. La Legión Ardiente no había dejado nada a su paso más que la muerte.
Los demonios de fuego habían venido de un lugar más allá de la realidad. La
magia era lo que buscaban, la magia devoraban. Atacaban junto con sus peones monstruosos, la Plaga, que habían creado para arrasar el mundo. Sin embargo, no contaban con la alianza más inverosímil de todas...
Los orcos, una vez también sus títeres, se habían vuelto en su contra. Se habían unido a los humanos, elfos, enanos y dragones para diezmar a los guerreros demoníacos y sus horribles bestias, y empujar los restos de nuevo en el más allá infernal. Miles habían muerto, pero la alternativa...
El mago dragón resopló. En verdad, no había otra alternativa.
Krasus agitó mucho, estrechando los dedos sobre el orbe, convocando a una visión de los orcos. La visión fue borrosa momentáneamente y reveló un área rocosa montañosa en el interior. Una tierra dura, pero todavía llena de vida y capaz de soportar los nuevos colonos.
Ya, varias estructuras de piedra se habían levantado en el asentamiento principal, donde el Jefe de Guerra y uno de los héroes de la guerra, Thrall, gobernaba. El alto edificio redondeado que sirvió como su cuartel y estaba abierto para los estándares de cualquier otra raza, pero los orcos tenían una tendencia a lo básico.
La extravagancia de un orco era tener un lugar permanente para vivir. Ellos habían sido nómadas o presos por tanto tiempo que el concepto de "hogar" había sido prácticamente perdido.
Varias de las grandes figuras verdosas labraban en un campo. Viendo los trabajadores con colmillos, de aspecto brutal, Krasus se maravilló del concepto de los agricultores orcos. Thrall, sin embargo, era un orco muy inusual y que había captado rápidamente las ideas que restablecerían la estabilidad a su pueblo.
Estabilidad, era algo que el mundo entero necesita gravemente. Con otro movimiento de su mano, el dragón mago desestimó Kalimdor, convocando ahora a una ubicación más cercana - a la capital una vez enorgullecida de su favor, Dalaran.- Gobernada por los magos del Kirin Tor, los principales portadores de la magia
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