A los 12, mi abuelo me dijo que era descendiente de un tal "Duque de Chester": <<Fue gran servidor del pueblo>> decía, <<hizo floreciente su tierra, eliminó desigualdades, delincuencias, abusos... Era humilde y permitía que la gente le hablara directamente. También encabezaba el ejército entero y lo dirigía como todo un líder...>>. Estratega, justo, noble, humilde y sabio. Y yo era descendiente. Me miré al espejo, y vi a un niño escuálido, encorvado, inseguro, y dije: <<¿así es como se ve el Duque de Chester? Inaceptable>>. Entonces empecé a sacar pecho. En la escuela apenas participaba. Al fondo atendía lo justo y volvía a casa a no hacer ni la media. Pero pensé: <<¿así se comporta el Duque de Chester? Inaceptable>>. Me puse en primera fila, pegué la oreja y me volví una esponja de información andante. Mis notas pasaron a tener dos cifras. En los deportes, hacía lo mínimo y si podía me quedaba quieto cual nomo de jardín. Pero pasó lo mismo: <<¿así de inútil es el Duque de Chester? Inaceptable>>. Con implicación y entrenamiento, me hice capitán del equipo y nos llevé al inter-escolar. Pasó el tiempo y seguí a rajatabla mi nuevo ideal de hombre; y cuando mi ser no coincidía, me repetía <<INACEPTABLE>> y me sobraban manos para volverme todo un duque. Ya de adulto, mencioné a mi abuelo aquella vieja historia y dijo: << Ah, ¿el duque ese?, me inventé esa tontería para que me dejaras ver la ruleta>>. <<¿No soy el Duque de Chester?>>, dije. Me miré al espejo, vi a un hombre erguido, robusto, seguro, con educación y estudios, habilidad social y vida envidiable, y me dije riendo: <<Inaceptable>>.